Vaqueriando 1999-2002

Serie en Blanco y Negro

Desde finales de la década de 1990, H. Méndez Caratini ha observado y documentado artísticamente las actividades de grupos de vaqueros en Puerto Rico. Contrario a lo que se cree, el rodeo del vaquero norteamericano y la charrería mexicana no son las fuentes de esta antigua tradición y deporte campesino, que en realidad tiene sus raíces en tiempos de España.

Ricardo Viera
Lehigh University Art Galleries
Director / Curador
Bethlehem, PA
Octubre de 2003

“Since the late 1990’s H. Méndez Caratini has been following and artistically documenting the Puerto Rican Vaquero movement. Contrary to popular beliefs of the expected influences of the American cowboy rodeo and the Mexican charrería, this old country tradition and sport has its roots in Spanish colonial times.”

Ricardo Viera
Lehigh University Art Galleries
Director / Curator
Bethlehem, PA
October 2003

Origen del Caballo Puertorriqueño

El caballo, oriundo de América, desapareció durante la cuarta glaciación hace aproximadamente 175,000 años. Reaparece en tierras americanas con la llegada de los españoles a finales de siglo XV. La expedición colonizadora del segundo viaje de Cristobal Colón en 1493 incluía transportes caballar en la flota de 17 navíos. Para aquella época se utilizaban barcos diseñados especialmente para la transportación equina.

En la Real Cédula, fechada 23 de mayo de 1493, los monarcas ibéricos ordenan: “… que vayan 20 lanzas ginetas a caballo … y 5 de ellas lleven dobladuras y que las dobladuras que lleven sean yeguas.” Mediante este decreto se debieron haber llevado por lo menos 25 equinos. La designación de “lanzas ginetas” es una de caballería montada armada que tiene una importancia militar como se demonstró posteriormente en los estragos que se hicieron en los nuevos territorios. Colón, sin embargo, se querella en su memorial de quejas enviadas a España en enero de 1494, que los caballos transportados no eran de la misma categoría que los mostrados antes de embarcar en Sevilla.

La norma de la caballería armada de la época era montar caballos enteros, la inclusión de yeguas en la empresa debió tener el propósito de desarrollar la cría caballar en los nuevos territorios. Por la naturaleza del número limitado de caballos, no parece que ese primer envío se haya despachado para hacerlo extensivo a Puerto Rico. Ese primer componente debió ser de caballos andaluces y fueron muy pocos los que llegaron a América después, porque para 1507, el rey D. Fernando prohibió la exportación de ganado caballar para Las Indias. La realidad fue que una vez aclimatado el caballo al nuevo ambiente, su propagación fue rápida y se hizo innecesaria la exportación desde la Península.

La isla de San Juan (Puerto Rico) fue uno de los primeros territo rios a donde se introdujo el caballo, pero esto no ocurrió hasta aproximadamente 15 años después de su introducción a la Española; parece ser que no fue hasta la otorgación de las Capitulaciones para la población de la Isla de San Juan de 22 de mayo de 1509 que se desembarcó el primer equino en Boriquén.

El limitado elemento de caballería española fue utilizado contra los indígenas de la isla durante el alzamiento de 1511. Sobre la crianza y uso del caballo en Puerto Rico no se hace mucha mención, excepto que se sabe que su reproducción fue rápida y que existían manadas de caballos cimarrones dispersas a través del territorio. Existen referencias a varios criaderos y potreros, tales como los de Tomás de Castellón en la Ensenada de Calvache y Asencio de Villanueva en Jayuya. Se sabe también que Gaspar Troche, conquistador en Centro América, llevó un cargamento de caballos desde Puerto Rico a Trujillo, en Honduras, para las guerras de conquista de Mesoamérica.

A fines del siglo XVI el capellán de la escuadra inglesa comenta lo siguiente: “no he visto ningún caballo mas hermoso, ni mas alto, que los que ordinariamente se ven en Inglaterra. Son bien formados y abundan, pero me parece que le faltan muchas cosas que poseen nuestros ligeros caballos ingleses livianos. Todos son muy trotones, no me acuerdo haber visto mas que uno que tuviese paso … de andadura, ese era un petizo muy chico. Creo que si hubiesen mejor criadores, los tendrían mejores y producirían mas …”

Iñigo Abad en su Historia relata que “… se cazan con lazos, y en corrales de empalizadas que hacian en las cañadas de los montes,los ataban a los arboles dejándolos dos o tres días sin comer ni beber, con lo cual quedaban flacos y obedientes.” Añade que la casta ha sido mejorada con la importación de caballos del extranjero. Igual comentario hace el botánico francés, Pierre Ledrú en 1777. La falta de controles en la cría caballar ocasionó una degeneración fisiológica de la raza, lo que trató de contrarrestarse con el cruce de frisones importados inicialmente de la Nueva Amsterdam y posteriormente de la casta de los Morgan de Nueva Inglaterra.

Un elemento que distingue al caballo puertorriqueño de la mayoría de otros equinos a través del mundo es su andar muy particular. Porque la mano y la pata de un mismo lado se desplazan al unísono, en vez de oblícuamente como la mayor parte de la raza caballar que alterna su movimiento de andadura en forma oblícua con las del lado opuesto. Este andar resulta en un paso rítmico continuado que ha sido denominado “paso lateral en cuatro tiempos”. El paso fino puertorriqueño resulta elegante y vistoso, pero contrario al caballo de trote no puede utilizarse en funciones de alta escuela, “dressage”, salto, ni para el juego de polo, ni rodeo.

Wilfredo A. Geigel
Santa Cruz, USVI
2002

“Méndez Caratini ha captado esos vaqueros del rodeo puertorriqueño. Aquí nuestra modernidad se ha disfrazado de una fallida y contradictoria impostura, donde cierto patetismo light jamás se aleja de una sutil ironía. Porque a pesar de ese intento por convencernos de que si son figuras colocadas en una tradición propia, los cowboys puertorriqueños delatan su ancestral machismo jíbaro. Esos rostros todavía lucen apegados a la ruralía nuestra, a los bigotes macharranes y las miradas torvas: son figuras ancestrales disfrazadas de un paisanaje distante aunque ya nada ajeno del todo.”

Edgardo Rodríguez Juliá
Guaynabo, Puerto Rico
2004

Vaqueriando: rodeo caliente” (2002). Méndez Caratini’s most recent series of traditional black and white photographs look at this activity’s inevitable hybridization with the mythical Southwest of the United States, itself hybridized. Sidestepping all those inevitable questions about the “loss” of identity in Puerto Rico, the photographer gives us seductive images that juxtapose movement and stasis and illustrate the volatility of the situation in the ring.

Petra Barreras del Río
San Juan, Puerto Rico
2003

Rodeo Caliente

VAQUERIANDO ilustra de forma dramática la crudeza y excitación de nuestros vaqueros borícuas que arriesgan sus vidas en el picadero del rodeo montando los peligrosos toros, caballos broncos y lazando reses para el disfrute de sus miles de fanáticos. La estrecha relación entre estas impactantes fotografías con las míticas imágenes del Viejo Mundo se nos vienen a la mente. Tan solo recordemos el drama de aquellas históricas representaciones ancestrales de atletas minoicos desafiando las bestias salvajes y saltando sobre enormes toros en la isla de Creta, los coliseos romanos y sus heróicos gladiadores, los torneos de caballeros en la Europa Medieval, o los rejoneros españoles y las corridas de toros, entre otras.

De los egípcios, y otros grupos del continente africano, nos legan el conocimiento del pastoreo del ganado para la carne, leche y pieles. De igual forma, luego de 800 años de la preséncia y dominación de los musulmanes en Ibéria, los peninsulares aprenden de estos la doma y maestría de las disciplinas en el manejo de los caballos. En la España de esa época se forman grandes hatos ganaderos de réses, vacas y toros – que solo se podían pastorear y mover de un pastizal a otro montado a caballo y con mucho cuidado, por lo que significaba una peligrosa embestida y mortal corneada taurina. Hace mas de medio milenio, con la llegada de los conquistadores españoles al Nuevo Mundo, nos llegan a las Antillas Mayores (Puerto Rico, la Española y Cuba) y luego a América las costumbres en el manejo del ganado. Fueron estos pioneros los responsables de la introducción de los caballos, las reses y el ganado andaluz (también conocido en las películas de vaqueros americanos y mexicanos como el famoso long horn, fuente fundadora de la indústria ganadera en Texas y México).

Es alrededor de una cadena de misiones religiosas, compuestas por predicadores eclesiásticos hispanos, donde se instalan los primeros hatos ganaderos en México, Tejas, Nuevo México, Arizona y California. Estos servían como suplidores de las cientos de miles de pieles que se curaban y eran enviadas a España y a otras partes del mundo. En nuestro Puerto Rico, no hemos de olvidar el “Hato del Rey”, hoy conocido como Hato Rey, donde pastaban las vacas de la Corona Española; o del pueblo de Hatillo, importante predio de la indústria lechera.

El rodeo, como afición, surgio en latinoamérica entre los ganaderos que se trasladaban a caballo con sus reses para venderlas en las ferias de sus pueblos. Al igual que en las tierras norteamericanas, los vaqueros debían hacer largos recorridos a caballo. Para entretenerse en sus ratos de ocio, comenzaron a competir en las actividades cotidianas que realizaban durante el largo viaje: lazar novillos, encerrar el ganado y domar potros. Cabe recordar que ya para el siglo XVIII existían en Sur América las legendarias figuras del Llanero venezolano y del Gaucho argentino, al igual que la tradicional Charrería mexicana.

Las numerosas olas migratorias hacia la frontera oeste de los Estados Unidos, promovidas por el “Destino Manifiesto” del Presidente Thomas Jefferson, tuvieron una marcada influencia en civilizar y forjar la identidad americana. Los exploradores blancos, de origen nor-europeo, se encontraron con los vaqueros de origen hispánico, mestizos y su ganadería; los cuales, rápidamente adoptaron sus costumbres.

Los primeros en convertirlo en un deporte official fueron los norteamericanos. Con el pasar del tiempo las crónicas confirman que un 4 de julio de 1888, en Arizona, se celebró el primer rodeo que cobró admisión y otorgó premios. Los rodeos se popularizaron en el mediano oeste y el vaquero, como héroe popular del folklore americano, fue inmortalizado en las películas de Hollywood.

En Puerto Rico, la modalidad del “Rodeo Caliente” se propagó con la llegada de los estadounidenses en 1898. A principios de la década de los sesenta comienzan a llevarse a cabo varios de estos eventos en la Isla – principalmente en los campamentos militares del Fuerte Allen, en Salinas; las Barracas Henry, en Cayey; la Base Aérea Ramey, en Aguadilla; la Base Naval de Roosevelt Roads, en Ceiba; y en la ciudad de Ponce y otros pueblos. Posteriormente surgen otros rodeos esporádicos en Trujillo Alto, Canóvanas, Guaynabo, Lajas, Peñuelas, Juncos y Juana Díaz.

La llegada de los hermanos cubanos, de origen Camagüeyano y oriental, a Puerto Rico enriquece aún mas el rodeo. Yá para mediados de los noventa entra a promocionar estas actividades nuestro cantante / actor y “Vaquero Nacional Boricua” Orvil Miller. Con su dinámica intervención en los medios masivos de comunicación comienzan a asistir y aficionarse al mismo miles de puertorriqueños de todas las clases sociales. Actualmente el rodeo se ha popularizado a tal grado que en los numerosos pueblos de Bori-quén no puede faltar el “Rodeo Caliente”. El público los exige en las férias agrícolas y ganaderas a tal punto que el Honorable Alcalde de Aguada, Miguel Ruiz, les ha cedido un complejo deportivo bajo techo para el montaje y disfrute del “Rodeo Caliente”.

VAQUERIANDO se le dedica al anónimo vaquero borícua que, con sus esfuerzo y dedicación, contribuye al fortalecimiento de este importante sector económico – la indústria ganadera. Durante un periodo de mas de tres años (1999-2002) esta documentación abarcó mas de una docena de excitantes eventos celebrados a todo lo ancho de nuestro territorio nacional. Visité numerosos rodeos en el Barrio Fondo del Saco en Peñuelas, Aibonito, Coamo, Salinas, Luquillo y Cabo Rojo, entre otros.

Héctor Méndez Caratini
Isla Verde, Puerto Rico
2002

VAQUERIANDO

El libro ilustra de forma dramática la crudeza y excitación de nuestros vaqueros borícuas que arriesgan sus vidas en el picadero del rodeo montando los peligrosos toros, caballos broncos y lazando reses para el disfrute de sus miles de fanáticos.