Raices Ancestrales Trasfondo

Textos

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

Antonio Machado

Luego de concluir mi extensa documentación fotográfica sobre las Haciendas Cafetaleras en Puerto Rico (1987-1990), para la cual visité cuatro docenas de haciendas en las montañas del interior de la Isla, decidí incursionar formalmente en el tema de las Centrales Azucareras de Puerto Rico (1990-1991). Anteriormente, ya yo había incursionado en el tema de la caña; hasta había documentado la ultima zafra de la Central Aguirre.

La Oficina de Preservación Histórica me comisionó y el Programa de Asistencia Básica para las Artes, adscrito al Instituto de Cultura Puertorriqueña, me becó (ambas en 1992) para que documentara diez y ocho enmohecidas é inoperantes centrales azucareras, las pocas que aún quedaban en la Isla. Una industria anacrónica que en un abrir y cerrar de ojos pasó al olvido. Curiosamente, mientras documentaba estas históricas ruinas, continuamente me hacía la misma pregunta: “¿Quienes eran los que laboraban la tierra?” La respuesta a mi inquietante interrogación se contestó sola. Eran los esclavos negros traídos del África para la siembra, corte y manejo de la caña. De esta forma fue que me llegó la inspiración y comenzó mi pasión por el tema de las religiones africanas en el Nuevo Mundo.

Cabe señalar que ya yo estaba familiarizado con el tema negroide en la Isla; llevaba mas de dos décadas documentando las contribuciones de la cultura negra. Mi seminal ensayo fotográfico Loiza: Herencia Negra (1974-1997) contribuiría a contra restar los prejuicios raciales en el País. De igual forma, décadas anteriores ya había explorado las expresiones de la religiosidad popular en Puerto Rico y ansiaba llevar a cabo otras investigaciones de manifestaciones religiosas en otros países Caribeños y Latinos. Deseaba internacionalizar mi trabajo.

En ese momento en particular, sentía que la Isla se me había quedado pequeña, que ya había agotado todos mis temas, que había recorrido todos sus recónditos rincones. Como era de esperarse en mi obra una vez terminado un tema, el mismo automáticamente me lleva al siguiente; y al final de cuentas, todos están entrelazados entre sí. Como las ramas de un gran árbol de Ceiba, cuyas raíces ancestrales son la base de nuestra rica herencia cultural.

Recuerdo tristemente que para principios de la década del noventa a mi madre se le acababa de descubrir un cáncer del hígado. Una enfermedad incurable. Una sentencia de muerte. Falleció a los cuatro meses de ser diagnosticada. Me encontraba tan acongojado, que para llenar ese vacío espiritual decidí estudiar otras religiones, no tradicionales, dentro de mi entorno cultural.

En mi eterna búsqueda de la verdad esencial del ser humano, decidí explorar el tema de las religiones africanas. Me interesaba conocer como otros grupos raciales le buscaban soluciones a las aflicciones que aquejaban a la humanidad; tales como: las enfermedades, los problemas en el amor, la falta de dinero, etc. Los mismos problemas que nos aquejan a todos por igual y la solución que cada cual le ve a los mismos – mediante los favores ó milagros de intervención divina, sean estos provenientes de los santos del catolicismo, o mediante el sincretismo religioso de los loás, guedés, orixás y otros dioses del vasto panteón teogónico.

Para mi próximo proyecto, Raíces Ancestrales en el Nuevo Mundo (1991-1996), decidí llevar a cabo un cambio en mi técnica fotográfica. Ya había realizado los anteriormente citados tres ensayos fotográficos (Haciendas, Centrales y Loiza) en diferentes formatos de blanco y negro. Esta vez decidí regresar a mi ya probada formula, exitosamente utilizada para la Mascarada, la de película 35 mm a color Kodachrome impresa en papel Cibachrome. También decidí documentar, a la misma vez (al igual que en Loiza), los temas con una pequeña cámara de vídeo (Hi-8). Realizé cuatro corto metrajes, tipo vídeo-arte, sobre los temas. Para estos vídeos le comisioné a distintos compositores que me compusieran una obra musical única, inspirada en el mismo y creada con el programa MIDI, en computadora Macintosh. Como era de esperarse, este épico trabajo no hubiera sido posible sin la generosa ayuda de muchos queridos amigos, dispersos por todo el planeta, que generosamente me abrieron los caminos en sus respectivos países para yo poder documentar el tema.

Comencé el proyecto trabajando con el tema de María Lionza. Realizé dos viajes a Venezuela. En el primero viaje a Caracas (julio del 1991) y aproveché la oportunidad que me brindó la directiva de la Fundación Polar (que me habían invitado como miembro del jurado del certamen Primera Jornada Latinoamericana de Bienestar Social en la Industria) para conocer personalmente al célebre fotógrafo venezolano Mariano Díaz – que ya había publicado sus célebres fotografías, tomadas con lente gran angular, sobre el tema. Le expliqué detalladamente mis intereses antropológicos y accedió en llevarme, en otra ocasión, a la montaña sagrada de Sorté.

Tres meses mas tarde regresé a Venezuela para documentar la magia de los rituales y las velaciones en honor a la deidad amazónica que se llevaban a cabo durante la semana del Día de la Raza. Recuerdo que los militares, fuertemente armados, custodiaban la foresta. Nos intimidaban y no nos dejaban pasar. Hubo que enseñarles cartas de permisos oficiales de los ministerios gubernamentales y pagar la mordida para que finalmente nos dejaran entrar. Una vez adentro del bosque, nuevamente tuvimos que pedirle permiso a las numerosas deidades para poder entrar a sus respectivos portales y poder fotografiarlas. Dormia por las noches en un humilde aposento, localizado en la base de esta misteriosa montaña en el estado de Yaracuy.

Durante ese mismo año, el Vice-Presidente de la Kodak, en Rochester, NY, me invitó para que editara el vídeo en las facilidades del Center for Creative Imaging, en Camden, Maine. Temprano en el 1992 le comisioné a David Mash, decano del Departamento de Música Electrónica en Berkley College of Music, Boston, MA, para que le compusiera la música. Unos meses mas tarde, el pionero vídeo-arte María Lionza ganó el Primer Premio en el QuickTime Film Festival, llevado a cabo en San Francisco, California. La compañía Sumeria (subsidiaria de Macintosh) la distribuyó en formato de Compact Disc. Luego, en el 2005, mis fotografías y vídeo sobre María Lionza se exhibieron en el Museo Jacobo Borges, en Caracas, Venezuela.

A la misma vez que trabajaba el tema en Venezuela, me mantenía en contacto con mi inolvidable amigo Cisco, José Francisco Alegría Póns, que estaba realizando sus investigaciones antropológicas sobre las sociedades religiosas de los Gagás en la República Dominicana. Conjuntamente con Soraya Aracena, su compañera folclorista dominicana, me inicié y visitamos numerosos bateyes en los cañaverales. Luego de su repentina muerte, regresé por mi cuenta tres veces mas para seguir documentando el tema (1991-1993). En el Batey Colonia Tumba, el hungán Similá Jeremié y los participantes de los rituales del vudú atónitamente acariciaban las fotografías a color que yo les regalaba – las que yo había tomado el año anterior. En otra ocasión me quedé a dormir en la cama del hungán, tan solo para despertar al día subsiguiente todo cubierto con los pañuelos de los loases. Aparentemente, mientras dormía, los miembros del Gagá habían decidido celebrar una ceremonia religiosa sobre mi persona.

Recuerdo que en otro de mis solitarios viajes a la Española recorrí 1,000 kilómetros, en auto alquilado, por gran parte de la frontera con Haití. Deseaba documentar las temerosas ceremonias que se llevaban a cabo en honor a los muertos. Cuando llegué hasta el poblado de Elías Piñas, mi persona de contacto me falló y nunca se presentó. Decidí regresar a Cabral y mientras recorría a pié por el poblado, para estudiar el ambiente, súbitamente se me apareció un negro tosco y me amenazó que si yo le tomaba una fotografía, me mataría (mi cámara no estaba visible, estaba guardada dentro del baúl del auto). Frente a este presagio no pude dormir pensando en como lidiar con la peligrosa situación. Me las tuve que ingeniar é improvisar para poder llevar a cabo mi propósito, sin que me mataran.

Al día subsiguiente, temprano en la mañana del Domingo de Resurrección, localicé al único médico en el poblado y le expliqué mi proyecto. Pensaba que una de las personas de mayor respeto dentro de este empobrecido barrio podría ser el. Luego de ganarme su confianza, me invitó a almorzar, le compré una careta de cartón piedra y un látigo (de los usados en la ceremonia) y procedió a graciosamente pasearme en su auto por el vecindario. Todos me vieron con el. Al caer la tarde, con el médico a mi lado, pude fotografiar la impresionante ceremonia llevada a cabo en el cementerio rural. La multitud de coloridas cachúas estrepitosamente le entraban a latigazo limpio a las tumbas para que los muertos se levantaran y les concedieran favores. Por coincidencia, el personaje principal de mi icónica fotografía resultó ser el sujeto que en la tarde anterior me había amenazado de muerte. Esa noche, luego de manejar varias horas hasta llegar al hotel en la capital, totalmente agotado por la experiencia, y mientras intentaba dormir, súbitamente me jalaron las piernas y casi me caigo de la cama. No había nadie en la habitación. No era tarea fácil fotografiar en el mundo de los espíritus.

En el 1992 el Fondo Nacional para el Financiamiento del Quehacer Cultural, adscrito al Instituto de Cultura Puertorriqueña, me otorgó una ayuda económica para costear algunos gastos relacionados a la edición del vídeo Gagá. El polifacético artista Andrés Mignucci Giannoni le compuso la música al mismo. Posteriormente, en 1993, se publicaron algunas de mis fotografías en el libro antropológico Gagá & Vudú en la República Dominicana, de la autoría de José Francisco Alegría Póns. Un año mas tarde expuse las fotografías en el III Simposio Internacional Afroamérica y su Cultura Religiosa, llevado a cabo en la Universidad de Puerto Rico. En 1996 fui invitado a exhibir la totalidad de este trabajo dentro del contexto de Fotoseptiembre Latinoamericano, llevado a cabo en la Galería El Último Río, en la Ciudad de México. Al año subsiguiente, mi entrañable amigo y curador Ricardo Viera las exhibió íntegramente en Dubois Gallery, en Lehigh University, PA.

En 1994 fui invitado a viajar a São Paulo, Brasil para exhibir mi trabajo artístico sobre el Gagá en el II Congreso Internacional de Culturas Afro-americanas. Allí hice los primeros contactos y comencé a documentar el tema de los Orixás. Durante el congreso, conocí personalmente a su majestad el rey Tutu de Benín, África, y fotografié los candomblés privados que se llevaron a cabo en su honor. A mi regreso a Puerto Rico contacté a mi carismático amigo Wamberto Hudson Ferreira, el cónsul de Brasil en Puerto Rico, el cual hizo los arreglos con sus amistades en su tierra natal para que me ayudaran a identificar terreiros y candomblés en Salvador da Bahía. Un año mas tarde regresé nuevamente a São Paulo, esta vez invitado para exponer mis fotografías en la muestra Directions: North American Contemporary Photographers, como parte del congreso II International Photo Meeting. De allí continué con mi cargada agenda de viaje. La dinámica fotógrafa Nair Benedicto y los colegas brasileros contactaron a sus respectivas amistades en Salvador da Bahía y en Cachoeira, los cuales me facilitaron la dificultuosa entrada a los secretivos terreiros – lugares donde se llevaban a cabo las ceremonias religiosas. Pernocté en un humilde, centenario, convento colonial. Fueron muchas las veces que los dioses no me autorizaron entrar a sus respectivos templos. Pero, de nuevo, con mi perseverancia y tesón, me las tuve que ingeniar para poder realizar el trabajo. En 1997 le comisioné a mi buen amigo Carlos Lazarte que le escribiera una composición musical para este vídeo. Ese año exhibí las fotografías y el vídeo sobre los Orixás en el Museo de Arte de Ponce.

A principios de 1992, los apreciados amigos Sussie Landou y Thierry L’Etang me invitaron a Fort de France, Martinica, para exhibir mis fotografías y videos en el Festival dü Film Caribeen. Mientras conversábamos de diversos temas, Thierry me explicó que luego de la abolición de la esclavitud en las Américas (1834 en las colonias inglesas y 1848 en las francesas), hubo que traer otra ola migratoria para cortar la caña. Los negros africanos se negaban a seguir viviendo en los barracones y laborando en el cañaveral. Por consecuencia, la producción azucarera bajo drásticamente y el Consejo General de las Islas, compuesto por los ricos hacendados, decidió recurrir a la inmigración de trabajadores extranjeros contractuales para la mano de obra. En las islas francesas de Martinica y Guadalupe (al igual que en las colonias inglesas de Trinidad, Tobago, Surinam y Guyana) esta ardua tarea le correspondió a los hindúes provenientes de la India. Cabe señalar que la colonización de la India, por los ingleses, fue una de las causas principales que facilitó la inmigración hindúa a las Antillas. Durante este breve periodo de tiempo se introdujeron mas de 21,000 hindúes a la Martinica y 36,000 a Guadalupe. Luego, en 1885, después de otra grave crisis económica y oposición de la opinión pública, que reclamaba “trabajo libre en un país libre” y “respeto a la humanidad”, termina abruptamente la inmigración reglamentaria de estos grupos étnicos.

Sumamente interesado en el tema, su hermano antropólogo, Ghierry, acordó en llevarme a Trinité para que yo conociera y documentara las ceremonias en honor a la diosa Marianman. Con el pasar del tiempo, misteriosamente se extraviaron de mi archivo fotográfico, las diapositivas a color tomadas durante este primer viaje. Cuatro años mas tarde apasionadamente regresé para continuar documentando estos rituales hindúes poco conocidos. Esta vez fui a Macouba, al norte de la isla, donde la violenta diosa Kali, requería sacrificios de sangre y decapitaciones de animales. Las fotografías y vídeo sobre las religiones hindúes en el Caribe es un trabajo inédito, nunca antes expuesto, hasta hoy.

Anhelaba continuar expandiendo mi radio operacional, de mis extensas documentaciones, hasta llegar a Cuba (país anteriormente visitado en 1982) para fotografiar la santería. De igual forma, era mi deseo primigenio llegar hasta los orígenes de estas milenarias religiones, tanto en el África como en la India. Pero los dioses no me lo permitieron. A pesar de las numerosas propuestas que redacté, los fondos monetarios para sufragar este costoso proyecto, por el resto del Caribe hasta llegar al Viejo Mundo, nunca se materializaron.

Con el pasar del tiempo evolucioné por nuevos senderos y me dediqué a divulgar el trabajo ya realizado. Ejemplos representativos de las Raíces Ancestrales en el Nuevo Mundo se exhibieron internacionalmente en numerosos museos y galerías; tales como: en el 2001, el Museo de las Américas, en Denver, Colorado; en el 2003, en el Taller Puertorriqueño, en Filadelfia, PA; en el 2004, en el Museo de Arte de Puerto Rico; en el 2005, en Lehigh University Art Galleries, Bethlehem, PA; y en el 2006, en El Museo del Barrio, en la Ciudad de Nueva York.

Héctor Méndez Caratini
Isla Verde, Puerto Rico
Marzo de 2007