Centrales Azucareras de Puerto Rico 1974-1992

Serie en Blanco y Negro

Durante la década de los setenta, a una edad temprana, Méndez Caratini comenzó a explorar el tema de la ‘caña’ como metáfora del progreso que se vivió en esa época histórica en Puerto Rico. En el 1974, documentó el ingenio que obró por tantos años en la Hacienda El Marqués de la Esperanza en Manatí, un lugar que fue de los más productivos del país en el siglo diecinueve. Méndez Caratini captó las reminiscencias de esas décadas, al retratar a unas carretas de bueyes en los campos de San Germán, al igual que al obrero que todavía cortaba la caña en Salinas y Guánica y, por último, a los cafetales que aún subsisten en nuestras montañas.

Adriana Teresa Hernández
Curadora
Nueva York
Diciembre de 2007

During the 1970s, at an early age, Méndez Caratini began to explore, as a metaphor of the progress that was being felt during that historical epoch in Puerto Rico, the theme of the “sugar cane”. In 1974 he documented the sugar mill Hacienda del Marqués de la Esperanza, in Manatí -one of the most productive plantations in the Island during the Nineteenth Century. Méndez Caratini also captured the reminiscences of those decades when he photographed an oxen driven cart in the sugar cane fields of San Germán; as well as, the workers who cut the cane in Salinas and Guánica; and lastly, the coffee plantations, which thrive in our mountains.

Adriana Teresa Hernández
Curator
New York
December 2007

Melao, Melao: Tun, Tún pa’ mi caña

Durante la década de los setenta, a una edad temprana, Méndez Caratini comenzó a explorar el tema de la “caña” como metáfora del progreso que se vivió en esa época histórica en Puerto Rico. En el 1974, documentó el ingenio que obró por tantos años en la Hacienda El Marqués de la Esperanza en Manatí, un lugar que fue de los más productivos del país en el siglo diecinueve. Méndez Caratini captó las reminiscencias de esas décadas, al retratar a unas carretas de bueyes en los campos de San Germán, al igual que al obrero que todavía cortaba la caña en Salinas y Guánica y, por último, a los cafetales que aún subsisten en nuestras montañas.

En el año 1990, Méndez Caratini fue comisionado por la Oficina Estatal de Preservación Histórica de Puerto Rico y becado por el programa de Asistencia Básica para las Artes (adscrito al Instituto de Cultura Puertorriqueña) para documentar más de una decena de centrales, la mayoría abandonadas, en ruinas y en desuso. Entre otras, retrató la última zafra de la Central Aguirre en Salinas, la hacienda más reconocida del inicio del siglo veinte. Durante ese proyecto, surgió en Méndez Caratini la curiosidad por conocer más a fondo la cultura y la vida de los obreros que trabajaron en la caña en Puerto Rico durante el siglo diecinueve. Su curiosidad artística resultó en un proyecto de gran envergadura titulado Raíces Ancestrales en el Nuevo Mundo, una documentación visual sobre la historia de los esclavos y sus ritos religiosos, tanto en el Caribe como en América Latina.

La muestra – Melao, Melao: Tun Tún pa’mi Caña – une imágenes que representan una sinopsis de dos reconocidos proyectos de Méndez Caratini: Haciendas Cafetaleras de Puerto Rico (1987-1990) y Raíces Ancestrales en el Nuevo Mundo(1991-1996). La serie de fotografías inéditas incorpora imágenes cuyo fin es documentar las centrales azucareras. Además, al plasmar la narración visual de la vida de estos años, logra despertar en nosotros la misma nostalgia que sentimos al escuchar una décima cantada por Chuito el de Bayamón; al leer El Jíbaro de Manuel Alonso o los poemas de Fortunato Vizcarrondo, Luis Palés Matos o Juan Antonio Corretjer. Ternura parecida a la que nos invade al observar las obras clásicas como El pan nuestro de cada dia de Ramón Frade, La promesa de Miguel Pou o El Velorio de Francisco Oller y Cestero – donde la vida del campesino, también conocido como el jíbaro, se exalta como componente esencial de la identidad puertorriqueña.

Melao, Melao: Tun Tún pa’mi Caña es un juego de palabras que sirve de símbolo de varios elementos que son parte de nuestra cultura e identidad. Gracias a Méndez Caratini, el alma de pueblo que yace tras esas sonoras palabras, sigue viva en el siglo veintiuno.

Adriana Teresa Hernández, Curadora
Nueva York
Diciembre de 2007