Hay, monjes, una condición donde no hay tierra, ni agua, ni aire, ni luz, ni espacio, ni límites, ni tiempo sin límites, ni ningún tipo de ser, ni ideas, ni falta de ideas, ni este mundo, ni aquel mundo, ni sol ni luna. A eso, monjes, yo lo denomino ni ir ni venir, ni un levantarse ni un fenecer, ni muerte, ni nacimiento ni efecto, ni cambio, ni detenimiento: ese es el fin del sufrimiento. (Udãna, VIII,1)
KASHÍ: LA CIUDAD DE LA LUZ
Héctor Méndez Caratini
“Benarés es más antigua que la historia,
más antigua que las tradiciones,
más vieja incluso que las leyendas,
y parece el doble de antigua que
todas ellas juntas.” Mark Twain
El tiempo eterno se detuvo en la ciudad sagrada de Benarés. La misma lleva más de 2500 años situada a la orilla oeste del río Ganges, en el estado de Uttar Pradesh, al norte de la India. Se le considera como unas de las ciudades más antiguas de la humanidad. A Benarés también se le conoce como Kashí, Banares o Varanasi. Nombre que probablemente se deriva de su localización geográfica, entre los ríos Varanã y Asi.
En sánscrito Kashí significa “la espléndida, brillante (el sol)” -la ciudad de la luz. Representa las tradiciones de sabiduría y religiosidad. Tiene la reputación de ser el centro mayor de enseñanza del hinduismo, el jainismo y budismo en la India. Se conoce que Siddhartha Gautama, mejor conocido como el Buda, pasó varias temporadas de lluvia (monzones) en Kashí. Y que fundó el budismo (528 a.C.), en Sarnath, cuando predicó su primer sermón (Discurso de la puesta en movimiento de la rueda del dharma).
El Mahabhárata (texto épico mitológico del siglo III a.C.) es el primer escrito que nombra a la ciudad de Kashí. El mismo fue compuesto aproximadamente un siglo después de la época del Buda. Por otro lado, en el Ramayana (texto religioso del siglo III a.C.) se menciona que la ciudad fue fundada por el propio dios Shiva –una de las tres principales deidades, junto a Brahmã y Visnú.
Desde los antiguos reinos arios hasta las milenarias dominaciones de los musulmanes y británicos Benarés ha sido protagonista y presenciado la historia del desarrollo de la civilización de la India. En el año 1300 muchos templos fueron destruidos por tropas invasoras provenientes de Afganistán. Posteriormente, en el siglo XVII, Benarés sufrió el ataque del emperador mogol Aurangzeb, que pretendía acabar con el hinduismo. La ciudad logró sobrevivir ambos ataques, aunque la mayoría de los templos y edificios quedaron destrozados. Gran parte del corazón de la moderna ciudad, que hoy conocemos, fueron reconstruidos un siglo más tarde por los reyes de los imperios maratha y los sacerdotes de la casta bráhmana.
Anualmente millones de peregrinos acuden a Benarés en búsqueda de nirvana -el estado de liberación del sufrimiento y el ciclo de reencarnaciones. Los hinduistas creen que cada alma está atrapada en un cuerpo material, y que cada actividad (buena o mala) obliga al alma a volver a nacer (samsara) en un próximo cuerpo con el cual disfrutar las reacciones del buen karma (las actividades bondadosas o altruistas) o sufrir las reacciones del mal karma (las actividades maliciosas o egoístas). Este estado se alcanza mediante la meditación y la iluminación. La cual consiste en la liberación de los deseos, la conciencia individual y la reencarnación. Etapa física y espiritual que se logra cuando el cuerpo no tiene que reencarnar más.
Considerada por los hinduistas como una de las principales ciudades de peregrinación. Todo aquel que muere en Benarés automáticamente queda liberado del ciclo de reencarnaciones. Bañarse en el río Ganges purifica los pecados –aún los de las vidas anteriores. De acuerdo a la tradición, todo hinduista debe de visitarla al menos una vez en la vida. Estas creencias han convertido a la ciudad en el destino favorito para los enfermos y moribundos. Los cuales desean pasar sus últimos días en la ciudad santa. La cual también es conocida como la Ciudad de la Muerte.
El destino principal de los peregrinos son los ghats. Nombre por el cual se le conocen a las escaleras de piedra que descienden hasta el río Ganges. Al amanecer, acostumbran realizar sus abluciones, o baños purificadores en el río, a la vez que le rinden tributo al dios del sol. La mayoría de las escalinatas fueron construidas en el siglo XVIII y cada una tienen una función en particular. En los ghats de Manikarnikã y de Harischandra se encuentran los principales centros de cremaciones –donde queman a los muertos. Las cenizas se entremezclan con las aguas del río de la vida.
Existen por lo menos 88 ghats en la ciudad utilizadas para bañarse y llevar a cabo las ceremonias del puyáy el aarti. Siendo la más famosa Dashashwamedh Ghat. De acuerdo a las milenarias leyendas, se cree que Brahmã creo este ghat para darle la bienvenida a Shiva. En el mismo, sacrificó a diez caballos en un ritual del vedismo conocido como el Asvamedha. Aquí, todas las noches, un grupo de sacerdotes recrean el aarti.El drama divino de la mitología hindú donde la ceremonia se le dedica a las deidades de Shiva, Ganga, Surya (sol), Agni (fuego) y al universo.
El aclamado escritor norteamericano Mark Twain una vez dijo que “Benarés es más antigua que la historia, más antigua que las tradiciones, más vieja incluso que las leyendas, y parece el doble de antigua que todas ellas juntas.” Benarés es una India cuyas tradiciones la han convertido en símbolo de la cultura hindú. La ciudad es un importante centro comercial e industrial, famoso por sus telas de muselina y seda, perfumes, trabajos en marfil y esculturas. Actualmente tiene una población de más de 1,500,00 personas que adoran a sus dioses en más de 23,000 templos.
HINDUISMO
En la antigüedad, la India era conocida bajo los nombres de Bharatavarsha, Aryavarta, Jambudvipa o Hindustan. La tradición religiosa, conocida como hinduismo, es una fusión o síntesis de varias culturas y tradiciones. Es la tradición religiosa más antigua del mundo, con más de 5000 años de desarrollo. El nombre por la cual la conocemos data del 1200 d.C., cuando los invasores musulmanes deseaban distinguir sus creencias religiosas de las de la India. El nombre “hindú” proviene de la palabra persa para “indio”.
El hinduismo no tiene fundador, ni profetas. Es la tercera religión más grande del mundo. Es una religión politeísta que carece de un sistema estructurado y homogéneo de creencias. Su énfasis es en el modo de vida. Por lo tanto, es muy importante seguir los textos sagrados (las Vedas –literalmente ‘conocimiento’ en sánscrito) y determinadas normas de conducta (respetar el sistema social de castas, el ritual del matrimonio, etc.). También, se caracteriza por creer en la reencarnación y en la existencia de un Ser supremo (Brahmã, el Absoluto) en la cual el alma del hombre aspira a diluirse cuando se libere del cuerpo y consiga abandonar su karma.
La población de la India no es homogénea. Cada distrito tiene su propio lenguaje, tradiciones, ideas y prácticas religiosas. Gran parte de la población son agricultores. Para ellos, la naturaleza es vista como algo vibrante, llena de vida. Por lo tanto, los árboles, rocas y cataratas son representativas de lo sagrado. Los mismos sirven de santuarios para los que le rinden culto y en ellos descubren el significado de la vida. Las montañas y los bosques comunican a los indios de los poderes que confrontan los humanos y se convierten en vehículos para señalar la lucha entre lo divino y lo demoniaco. Los ríos son vistos, más que nada, como una fuente de vida espiritual. El río Ganges, no solamente provee el agua para irrigar la tierra, sino que el agua, en sí misma, se convierte en el símbolo de la vida.
El hinduismo está integrado por una vasta diversidad de creencias. Algunos creen, de una forma u otra, en dios. Pero, hay otros que no. La gran mayoría respetan a los seres vivientes, por lo cual son vegetarianos. Otros, sacrifican a los animales en el templo y festejan el culto. Para los indios la vaca es considerada sagrada y no se la comen. Creen que todas las deidades residen en ellas. Su leche es nutritiva y la orina es usada para curar ciertas enfermedades. Mientras que el excremento es usado para lavar el piso a la entrada de sus hogares.
En el hinduismo existen tres cientos treinta millones de deidades. Siendo las principales divinidades, de la Trimurti divina, Brahmã (el Creador), Visnú (el Protector) y Shiva (el Destructor). De igual forma, le rinden culto a las diosas, o esposas, de los dioses.
Brahmã es el dios primigenio. El creador del universo. De acuerdo al Mahabharata, Brahmã es el miembro supremo de la Trimurti. Debido a su estatus elevado, el es considerado como una abstracción metafísica del ideal de un gran dios. En las tardías Puranas (épicas hindúas), a Brahmã no se le adora; por consecuente, a otros dioses se le asignan sus mitos.
Tradicionalmente, Brahmã es representado con cuatro cabezas (simbólico de la sabiduría), cuatro brazos y una piel roja. Cada boca recita uno de las cuatro Vedas. Las manos sostienen un recipiente de agua usado para crear la vida, un yapa-mala (collar de cuentas) usado para llevar el registro del tiempo del universo, y el texto de las Vedas. Aparece sentado sobre una flor de loto (padma). Va montado sobre un cisne (jansa) con el cual vuela por el universo. Brahmã vive en Brahmapura, una ciudad situada en la cima del mitológico monte Meru. En el Surya Siddhanta, un antiguo texto hindú sobre astronomía, se menciona que este monte sagrado está localizado en el centro del globo terráqueo.
Visnú es uno de los dioses más importantes del hinduismo. Es el dios que preserva el universo. En la iconografía popular, Visnú suele ser representado teniendo una complexión azul (oscuro o pálido) y cuatro brazos. Sostiene en ellas una flor de loto en su mano izquierda inferior, una maza (arma) en su mano derecha inferior, una concha en la mano izquierda superior, y un disco en la otra mano.
En el vaisnavismo, Visnú es idéntico al concepto metafísico abstracto llamado Svayam bhagavan. Cuando el mundo se halla amenazado por el mal, el caos y las fuerzas destructivas él tiene varios avatares (encarnaciones) para actuar como “conservador, protector”. De sus avatares se pueden destacar Krishna, en el Mahabharata, y Rama en el Ramayana. También se le conoce como Narayana, Jagannath, Vasudeva, Vithoba y Hari.
Shiva es el dios que destruye el universo. Tiene tres ojos, uno de los cuales está en el medio de su frente. Es el ojo de la sabiduría (que denota que ve más allá de lo evidente). Su piel es de color azul grisáceo -la cual está cubierta de cenizas. Una luna, en cuarto creciente, está situada sobre su frente. También tiene una serpiente alrededor de su cuello y un collar de calaveras (que simbolizan la sucesiva extinción y generación de las razas de la humanidad). En una de sus cuatro manos sostiene el tridente (trishula). El cual significa que tiene todos los tres aspectos de la Trimurti bajo su control (la creación, el mantenimiento y la destrucción).
El símbolo de Shiva es un monolito de piedra, o de mármol, llamado lingam. A finales del siglo XIX, se estimaba que había más de 30 millones de lingams en la India. Su paradisíaca residencia se encuentra en el monte sagrado de Kailash -en las nevadas Himalaya. También se le representa como dueño de un hogar, con su esposa Parvati, y dos hijos, Ganesha y Kartikeia.
La mitología de la religión hinduista está llena de relatos fantasmagóricos como estos, y muchísimos más, que ilustran las proezas de sus deidades.
CASTAS
En la India, de forma generalizada, el término casta se refiere a cualquier forma de estratificación social que pone énfasis en los factores heredados o del nacimiento del individuo. Las castas han existido desde hace más de 2500 años. La división social tuvo sus orígenes cuando los invasores arios (se establecieron en la India hacia el 1500 a.C.) impusieron una segregación racial mediante rígidas leyes religiosas. Deseaban evitar el mestizaje con la población aborigen, que los superaba en número. De esta forma, las castas bajas suelen ser de un tono de piel bastante oscuro; mientras que las castas altas, con más ascendencia indoaria, son más claras. Las mismas eran totalmente impenetrables y solo se lograban procrear entre ellas. Las familias más nobles constituían las castas altas, mientras que las familias más pobres, constituían las bajas.
El hinduismo enseña que los seres humanos fueron creados de las diferentes partes del cuerpo del dios Brahmã. Estos se clasifican en cuatro castas básicas, las cuales definen su estatus social, con quién se pueden casar y el tipo de trabajos que pueden realizar. Las Leyes de Manu dictaminan que este orden es sagrado y que nadie puede aspirar a subir de casta en el transcurso de su vida. Tienen que ejercer el oficio de su padre y casarse con una persona de su misma casta. Solo mediante la sucesión de reencarnaciones puede uno ir avanzando (o retrocediendo) en este estatus.
Al morir el cuerpo, el alma afronta su destino (karma) transmigrando a un cuerpo inferior o superior. Los hinduistas creen que quienes siguen fielmente la senda del deber (dharma) en la próxima reencarnación renacerán en la siguiente casta superior. La persona que viole su deber dhármico renacerá en el vientre de una madre paria (mujer de la casta más baja en la India) o incluso nacerá en alguna especie animal, insecto o vegetal.
Se clasifica a las personas dentro de la sociedad en cinco grandes grupos sociales:
Los brahmanes (sacerdotes y maestros) son la casta más alta, que salieron de la boca de Brahmã.
Los chatrías (políticos y soldados), salieron de los hombros de Brahmã.
Los vaishias (comerciantes y artesanos), provienen de las caderas de Brahmã.
Los shudrás (esclavos, obreros y campesinos), se formaron de los pies de Brahmá.
Por último, están los que no tienen casta. Los intocables (dalits) que están fuera del sistema y por lo tanto están tradicionalmente relegados a realizar los trabajos de más ínfima importancia e incluso se les prohíbe beber de las mismas fuentes de agua que las demás castas. Los hinduistas consideran que los dalits son tan bajos como los perros.
Posteriormente, el sistema de castas fue desafiado por el budismo, la principal disidencia del hinduismo, y flexibilizado (recientemente en el siglo XX) por los movimientos de derechos civiles. En nuestra época moderna, la prédica de Mahatma Gandhi contribuyó mucho a la reconstrucción de una sociedad civil, no dependiente de los preceptos religiosos.
Esta documentación fotográfica se llevó a cabo durante el mes de julio de 2018. En el área conocida como El Triángulo Dorado, al norte de la India. Viajé en avión, tren, automóvil, rickshaw y a pié. Además de visitar Benarés, también trabajé en Nueva Delhi, Samode, Amber, Gaitor, Jaipur, Bharatpur, Fathepur Sikri, Agra, Orchha, Khajuraho y otros remotos pueblos. Era mi cuarto viaje a Asia, luego de visitar más de una docena de países. El mismo era la lógica extensión de mis viajes anteriores a Camboya, Tailandia, Tíbet, Nepal, y Bután. Estas imágenes son representativas de mi continúa búsqueda de la espiritualidad por parte de la humanidad. Las mismas forman parte de mi Periodo Asiático (2010-2018).